No hay migajas sin pan | No crumbs if there is no bread
| ESP |
En el texto la autora desarrolla diversos conceptos, cuestiona la veracidad de la percepción monogámica y qué tanto debemos aceptar de los otros cuando de compartir se trata. Nos lleva a considerar lo que no considerado anteriormente, las incógnitas que no nos hemos dado la molestia de interrogar(nos) pero, sobre todo, nos abre a la posibilidad de disfrutar el romance desde una nueva, renovada y sana perspectiva, siempre que aquello resuene con nuestros valores interpersonales.
La crítica de García-Junco comienza con preceptos científicos, de cómo el ser humano, mediante investigación, concluye que todo el enamoramiento y la creación de vínculos son un proceso biológico. Sin embargo, ¿Qué tanto influyen la química al momento de considerar estar con alguien? ¿Qué tanto influye la psicología a su vez? En mi hipótesis personal, no trabajan en solitario; al contrario, son un conjunto de preceptos que interactúan entre sí.
No sólo es la sensación de bienestar o deseo que una persona puede generar en otra, sino también hay influencia de cómo se perciben estas emociones por la forma de crianza que nos ha sostenido en individualidad y en colectivo. No solemos ser conscientes de los impactos tan profundos que hemos adaptado a nuestra realidad, a nuestra forma de desenvolvernos día a día; aquello suele condenarnos y hacernos caer en la tragedia emocional cuando las ilusiones se derrumban. ¿Verdaderamente es que buscamos la creación en conjunto o sólo es que buscamos llenar el vacío que se nos ha propiciado? ¿O será que es la convencionalidad la que nos dicta que eso es lo que queremos?
Retomando el punto de la conjunción entre la química y la psicología, específicamente en la relación con otros individuos, es impreciso pensar en una conclusión directa, puesto que cada ser humano vive y experimenta diversidad de situaciones, pero lo que podemos determinar como un factor común es en el deseo de sentirse amado y poseer, a toda costa, para no ser abandonado. Sumándole a ello, la intensidad de las emociones y la nula comunicación.
Estos dos factores predominan en el cambio constante de relaciones que llegamos a tener, porque solemos pensar que nuestros compromisos afectivos deben ser siempre una constante intensa, sobre todo más importante que nuestra individualidad, pero cuando este nivel llega a un estado más de tranquilidad y armonía nos cuestionamos si verdaderamente deseamos seguir ahí. No lo solemos comunicar, es más, soltamos sin siquiera darle el tiempo debido a la otra persona para que sepa lo que nos ocurre emocionalmente. Buscamos un amor responsable pero no solemos ser responsables con los seres amados; esa es la ironía social a la que nos sometemos.
Me hace inmenso ruido el pensamiento «no valió la pena nuestra relación porque no duró». ¿Por qué le restamos valor a nuestros aprendizajes y experiencias afectivas sólo por la temporalidad? ¿Por qué vivimos tan aferrados al tiempo como símbolo de compromiso o de éxito emocional? No se correlacionan, es más, decir ello es verdaderamente no aprender sobre lo que las relaciones particularmente nos dejan.
Si es que buscamos una relación sólo por buscarla, sin un verdadero fin con ellas, considero, estas decepciones serán una constante en todas y cada una de las relaciones que decidamos vivir. Al no tener una razón concreta se concluye que se buscan las relaciones porque «todos tienen esto, yo también lo quiero».
¿Verdaderamente lo queremos? Yo considero que no, porque no trazamos consciencia de lo que es compartir sin la posesión del individuo y, más aún, sólo esperamos el cumplimiento de expectativas sociales porque es la normalidad sin el balance previo de lo que verdaderamente buscamos; las relaciones no son trofeos sociales.
De la mano con la indiferencia a nuestros deseos interpersonales, se nos une la máxima norma que tenemos como sociedad en las relaciones sexo-afectivas: El Amor Romántico.
Aquella norma que tenemos tan implícita, tan marcada que cuestionarla no es una consideración válida porque siempre ha sido así, pero no porque algo haya sido siempre una constante significa que sea lo correcto. Podemos irnos hacia atrás en cualquier siglo de la historia y el sometimiento que proviene de esta práctica patriarcal y machista va a inundar sin hacer el mínimo esfuerzo.
Tal como la autora menciona: "No podemos olvidar que estamos paradas sobre esta robusta construcción de siglos, que la vasta mayoría de la gente vive y sufre el Amor Romántico, que este es casi por completo incompatible con el feminismo y con la idea de la intimidad y de honestidad." La consideración del rompimiento social ante este constante actuar en nuestras relaciones puede causar, incluso, extrañeza para el entorno femenino que tiene arraigada las prácticas machistas. La pequeña y simple consideración de lo diverso pone en jaque la normalidad con la que se han desenvuelto y han vivido sus vidas, ¿Por qué a las alturas del presente partido deberíamos pensar en algo distinto, si nos ha funcionado este modus vivendi? Escucho decir en mi mente, tras el condicionamiento y no, eso nunca ha funcionado, sólo que no consideramos otra opción más que el pasado. Nos aferramos a lo conocido sin deseos de explorar.
En la actualidad nos hemos dispuesto a negarnos si algo no nos parece, proveniente del sexo masculino si de relacionarnos se trata. Aún así la negativa de nuestra voz causa extrañeza, malestar y en ocasiones derivan faltas de respeto. ¿Por qué es que no se nos respeta cuando nuestros deseos los externamos con firmeza?
Todo esto proviene de la convencionalidad que menciona la autora, de sernos vistas como objetivos a alcanzar y de propiedad del sexo masculino. Si nos remontamos a la historia, no hay momento en el que nuestra voz se tomara en cuenta, ni siquiera en la decisión del matrimonio, porque todo era relación a conveniencia. Si la individualidad femenina era una utopía, ¿Qué podemos esperar de las relaciones sexo-afectivas en la actualidad si mantenemos los mismos preceptos y creencias sobre el papel que desenvuelve la mujer?
Es durísimo el golpe de esta realidad, más aún que se nos mantenga en un ciclo de inconformidad personal desde la formación individual hasta los medios de comunicación. La autora recalca: "El control masculino sobre las mujeres requiere que seamos inseguras, infelices con nosotras mismas, incompletas, para que así sintamos la necesidad de ser completadas por un otro.", lo que nos determina que ni siquiera, cuando consideramos la posibilidad de tomar nuestro propio camino y nuestras propias reglas, sentimos el ataque social para plasmarnos en una dependencia emocional, porque solas no podemos alcanzar la felicidad.
Esto ocasiona que busquemos, a manera de dependencia, alguien que nos pueda hacer sentir seguras porque por nosotras mismas y por el mismo desarrollo social en el que vivimos, es casi imposible poderse valer por sí misma, sea en las trabas sociales o por el rechazo no solo de terceros, sino de nuestro núcleo más cercano. Pareciere que las cadenas no son solamente mentales.
Hay alineación directa, concordancia de lo anteriormente expuesto con la figura de la monogamia; más a mi favor, toda construcción social que se preserva en la actualidad ha sido rigurosamente empleada por y para hombres, esto deja fuera la posibilidad de la mujer como persona y vista como propiedad del otro género.
La adaptación del pensamiento monogámico ha incurrido en la nula consideración de un desenvolvimiento y relación a terceros de un modo mucho más sano, puesto que la diversidad a la convencionalidad es contravenir la forma en la que nos desenvolvemos como sociedad. ¿Por qué la implícita amenaza si ni siquiera se le da el beneficio de la duda? Simple, el arriesgar los privilegios masculinos no se pueden considerar en una sociedad hecha por y para hombres; es rebeldía.
El control y el sometimiento que parten de la monogamia nos mantiene a merced de las decisiones masculinas, de qué papel debemos desempeñar, cómo nos debemos relacionar, incluso cómo debemos de pensar, arriesgar todo ello por un poco de libertad femenino suena peligroso para ellos (y con ello no busco generalizar porque creo firmemente que en la actualidad tanto hombres como mujeres consideramos la renovación de ideologías sexo-afectivas). Sin embargo, ¿Qué no es, acaso, mantener el mismo patrón que nos ha venido silenciando durante siglos? Si no hemos tenido resultados benéficos, ¿Por qué seguimos con el mismo trazar de camino?
Es un bucle de nunca acabar, por mucho que intentemos cambiarlo, porque influyen no sólo ideologías sociales, también políticas y religiosas. Sobre todo esa última, en la que predomina el catolicismo (y otras religiones que visualizan a la mujer como propiedad masculina, pero recalco la actual religión por ser la más profesada), infiere en que no podemos relacionarnos con otra persona salvo con el género diverso y mantener la relación hasta que la muerte nos separe. Volvemos al mismo punto de considerar la ruptura de esta relación (hipotética, aclaro) y la perdida de tiempo. Pareciere que nos condenamos al sufrimiento, al flagelar que lleva implícita la religión; si es que no sufres y no te arrepientes, no podrás llegar al cielo.
Retomando la influencia masculina ante temas femeninos, la privación de la mujer es más que recalcada en cualquier tema que queramos tocar. El disfrute sexual masculino es aplaudido por la sociedad como símbolo de virilidad, pero si lo enfocamos al disfrute femenino se nos juzga, critica y hasta otras mujeres practican ese rechazo sin considerar que sólo cambia el factor de género. ¿Qué diferencia hay, si es que ambos desempeñan el disfrute de su sexualidad como desean? Volvemos al precepto monogámico y el concepto de la moralidad en la mujer, esa construcción de maternidad, perfección y crianza sometida que se nos ha enseñado (desde muy pequeñas) y prevalece en nuestras mentes cuando deseamos seguir instintos diversos a los aprendidos.
El hecho de seguir fomentando la monogamia sólo elude a que vivamos en un sometimiento repetitivo, de prácticas que no son salubres para la sociedad pero que mantienen el orden social. ¿A qué costo? A la negación femenina, y no, no lo vale(mos).
Una de mis citas favoritas de la autora, sobre este tema, es el siguiente: "Brigitte Vasallo hace énfasis en que salir de la monogamia no parte de coger más con más gente, sino de replantear la verticalidad de los vínculos y diversificar los afectos." Y con justa razón. El hecho de querer modificar el concepto de la monogamia no es el expandir nuestros horizontes sexuales sin responsabilidad, es verdaderamente cambiar el concepto de pertenencia y manejarlo a un nivel interpersonal; es decir, ser de sí mismo pero compartirse con los demás y con claridad en los deseos que les correlacionen.
Sin embargo, también logramos desentender el concepto de las relaciones poliamorosas, porque se considera que es vivirse en la locura, como mencioné anteriormente. Lo verdaderamente importante en esta práctica, además de entenderla y verificar que competa con nuestra ideología personal al relacionarnos con otros, es el trazo de acuerdos y límites que no sólo van de la mano con uno mismo, sino con quien se desee experimentar. Es la creación de vínculos más sanos y aprender de uno mismo a través del rompimiento del concepto la posesión.
Soy partidaria de pensar que cada persona que arriba a nuestra vida, sea en un enfoque romántico o amistoso, nos brindarán conocimientos, experiencias y enfoques diversos a lo que solíamos considerar como nuestro en el pasado; es un crecimiento constante que nos hace navegar hasta el puerto «esto es lo que considero correcto para mí». Sin embargo, no podemos dejar a un lado que las personas alrededor nuestro, independientemente del papel a desempeñar, tienen sentimientos que deben tomarse en cuenta. Vivir una vida más abierta sexo-afectivamente no quiere decir que pasaremos por alto las necesidades y los sentimientos de aquellos que decidamos compartir un momento en nuestra vida, porque la responsabilidad que tengamos con ellos también va dirigida a los compromisos personales que tenemos.
Posiblemente sea mi concepto favorito de todo el libro, el ver las relaciones como un instante de aprendizaje, de entera felicidad y nulo sometimiento; de disfrute sin la espera de un para siempre porque ese concepto no existe, al menos en nuestra mortal existencia terrenal.
No deberíamos incurrir en que toda persona que nos haga sentir algo maravilloso sea la relación ideal o con quien deseemos compartir el resto de lo que nos queda de existencia, la valoración a futuro nos priva del presente vivido y nos enfoca en algo intangible, inexistente, en un desesperado disfrute sin verdaderamente disfrutarlo.
¿Qué no sería mejor, más deleitante, vivirse y vivir a los otros sin la espera del mañana? Yo considero que sí y más sano aún, porque los previos conceptos tocados hablan de posesión, de limitación, de pertenencia y dejarlos atrás nos hace libres no sólo de relacionarnos con quien deseemos, sino de ser responsables y conscientes de lo que queremos y con quiénes lo queremos. A eso le añado la comunicación, un factor más que importante porque, si bien en la forma monogámica de actuar la vulnerabilidad y la confianza eran utopías que muy contadas veces lograron alcanzarse, ¿Qué no vendría bien darnos la oportunidad de ser libres de ser, compartir, decir y sentir con quien deseemos en el momento presente?
La autora menciona, sobre las relaciones: "¿Por qué tendría que pedirle a alguien que limite su vida en algún sentido para estar conmigo? ¿Por qué tendría que hacerlo yo?". Nuestra valía individual, considero, es más fuerte que una relación (monogámica o poliamorosa) a la que decidamos confiar, y no veo como mayor conclusión a todo este pensamiento social, personal y liberal que ese, la posibilidad de no dejarnos a un lado sólo por el amor que sentimos por otro(s); saber(nos) amar en conjunto o en soledad.
─❁─❁─❁─❁─❁─❁─❁─❁─❁─❁─❁─❁─❁─
|ENG|
─❁ The day I learned that I don't know how to love ❁─
An essay written by Aura García-Junco called The day I learned that I don't know how to love, critiques our way of looking at romance as a society, the importance we place on sexual-affective relationships in our lives, and the behavior we accept within them because it is a constant in our society.
In the text, the author develops different concepts, questions the validity of monogamy, and discusses how much we should accept from others when it comes to sharing. It opens our minds to consider the unknowns we haven't explored (in ourselves), but most importantly, it allows us to contemplate romance with a new, re-energized perspective as long as it resonates with our interpersonal values.
Garcia Junco's criticism begins with scientific proofs, where the human being, after research, concludes that falling in love and creating bonds are biological processes. But how important is chemistry when considering relationships? Where does psychology fit in? According to my personal hypothesis, they don't work alone; rather, they are a set of precepts that are interrelated.
We are all affected not only by the feelings of well-being or desire we generate in one another, but there is also an impact on how these feelings are perceived based on the upbringing that has sustained us individually and collectively. Often we are not aware of the profound impacts that we have adapted to our "reality", to the way we live our daily lives; this usually condemns us and makes us fall into emotional tragedy when illusions crumble. Are we actually seeking creation together or are we merely seeking to fill a void that we have been given? Or does conventionality tell us that this is what we want?
It is difficult to draw a direct conclusion from the conjunction of chemistry and psychology, and specifically in the relationship with other individuals; after all, each human being lives and experiences a plurality of circumstances and circumstances, but one thing we can identify as a common characteristic is the desire to feel loved and possessed, at all costs, so as not to be abandoned by others. Additionally, there was an intense emotional reaction and a lack of communication.
These two factors are predominant in the constant change we come to have in our relationships because we tend to think that our affective ties should always be a constant, above all more important than our individuality, yet when we reach a state of harmony and tranquility, we wonder if we want to stay there. Our emotional state is not often communicated, and even worse, we let go without giving the other person enough time to understand how we are feeling. The social irony is that we seek responsible love but we are not usually responsible with loved ones.
When I think «our relationship was not worth it because it didn't last», my mind works non-stop thinking about time. Is it really justified to devalue the learning and affective experiences we have because of their temporality? Why do we hold time so dearly as a symbol of commitment or emotional success? They do not correlate, in fact, to claim this is to truly fail to learn about what relationships leave us with.
If we are just seeking a relationship for the sake of finding it, without realizing what our relationship goal is, I believe these disappointments will be a constant in all our relationships. In the absence of a specific reason, it is concluded that relationships are sought because «everyone has it, I do too».
Is it really what we want? In fact, I doubt it, since we are not aware of how to share without the possession of the individual, and furthermore, with the fulfillment of social expectations without the balance of what we really desire; relationships aren't social trophies.
The highest norm that we have as a society of sexual-affective relationships goes hand in hand with our indifference to interpersonal desires: Romantic Love.
It is implicit in the norm that we have so marked that questioning it is a non-issue because it has always been this way, but just because something has always remained consistent does not mean it is right. The submission brought about by this patriarchal and macho practice can be traced back in any century of history.
As the author points out: "We cannot forget that we are standing on a foundation of centuries, that most people live and experience Romantic Love, and that it is incompatible with feminism and intimacy." It is important to consider social disruption in our relationships when there is constantly acting in the relationship, especially in an environment where macho practices are entrenched. When we examine the diversity in this way, we realize that the normality with which they have developed and lived their lives is being challenged. So why change here at this stage, if this modus vivendi is working for us? It sounds like it is saying in my head, after the conditioning and no, that has never worked, we just don't consider any other options. There is no desire to explore.
Currently, if it is about relating, it is easy for us to deny ourselves if something does not seem right. Still, the denial of our voices causes strangeness and discomfort and sometimes leads to disrespect. Our firmly expressed desires aren't respected? Why is that?
These things come from the conventionality the author mentions, of being seen as a goal to achieve and owned by the male sex. In history, there is no instance where our voices were taken into account, not even during the decision of marriage because everything was based on convenience. If women's individuality was once a utopia, what can we expect from sexual-affective relationships today if we maintain the same beliefs about the role they play?
It is painful to face this reality, even more so that we are kept in a cycle of disagreement from individual training to the media. The author explains: "Masculine control over women requires us to feel insecure, unhappy, and incomplete so that we feel we need to be complete by someone else". What determines us is that not even when we consider taking our own path and following our own rules, we feel the social attack to make us dependent so that we can't be happy on our own.
Consequently, we seek, in a way that is dependent upon someone else, to feel safe since for us and for the same social development in which we live, it is almost impossible to fend for ourselves, whether it be in the form of social challenges or rejection. Not only from third parties, but from our closest allies. It appears the chains go beyond our minds.
Considering the above, there is a direct alignment with the figure of monogamy; more important for me, all social constructions have been rigorously used by and for men, thus excluding the possibility of women as a person and as property of men.
By adapting monogamous thinking, we are denying ourselves the opportunity to develop and relate to third parties in an even healthier way, since cultural diversity is to contradict how society develops. What's the point of the implied threat if it doesn't even get the benefit of the doubt? Risking male privileges cannot be considered in a society made by and for men; it's rebellion.
Monogamy's control and submission entails that women are at the mercy of male decision making, what role they should play, how they should relate, and even how they should think. Wanting a little female freedom may sound too risky to them (and I believe that today both men and women consider the renewal of sexual-affective ideologies). Nevertheless, is it not possible to maintain the same pattern that silences us for centuries? Why do we continue down the same path if we haven't had any positive results?
It is a never-ending loop, no matter how much we try to change it, because not only social ideologies influence it, but also political and religious ones. Especially the latter, in which Catholicism predominates (and other religions that view women as male property, but I emphasize the current religion for being the most professed), infers that we cannot relate to another person except with the diverse gender and maintain the relationship until death do us part. We return to the same point of considering the rupture of this relationship (hypothetical, I clarify) and the wasting of time. It seems that we condemn ourselves to suffering, to the scourging that religion implies; If you don't suffer and don't repent, you won't be able to get to heaven.
Returning to the male influence on female issues, the deprivation of women is more than emphasized in any issue we want to touch. Male sexual enjoyment is applauded by society as a symbol of virility, but if we focus on female enjoyment, we are judged, criticized and even other women practice that rejection without considering that only the gender factor changes. What difference is there, if both carry out the enjoyment of their sexuality as they wish? We return to the monogamous precept and the concept of morality in women, that construction of motherhood, perfection and submissive upbringing that we have been taught (from a very young age) and prevails in our minds when we want to follow instincts other than those learned.
The fact of continuing to promote monogamy only prevents us from living in a repetitive submission, of practices that are not healthy for society but that maintain social order. At what cost? To female denial, and no, we are not worth it.
One of my favorite quotes from the author, on this subject, is the following: "Brigitte Vasallo emphasizes that getting out of monogamy does not come from having more sex with more people, but from rethinking the verticality of ties and diversifying affections.", and with good reason. The fact of wanting to modify the concept of monogamy is not to expand our sexual horizons without responsibility, it is truly to change the concept of belonging and manage it at an interpersonal level; that is, to be of oneself but to share oneself with others and with clarity in the desires that correlate them.
However, we also managed to get rid of the concept of polyamorous relationships, because it is considered to be living in madness, as I mentioned earlier. What is truly important in this practice, in addition to understanding it and verifying that it competes with our personal ideology when relating to others, is the drawing of agreements and limits that not only go hand in hand with oneself, but with whomever, one wishes to experiment. It is the creation of healthier links and learning about oneself through breaking the concept of possession.
I am in favor of thinking that each person who arrives in our lives, whether in a romantic or friendly approach, will provide us with knowledge, experiences and diverse approaches to what we used to consider as ours in the past; it is a constant growth that makes us sail to the port «this is what I consider correct for me». However, we cannot ignore the fact that the people around us, regardless of the role to be played, have feelings that must be taken into account. Living a more sexually-affectively open life does not mean that we will ignore the needs and feelings of those we decide to share a moment in our lives, because the responsibility we have with them is also directed at the personal commitments we have.
It is possibly my favorite concept of the entire book, seeing relationships as an instant of learning, of complete happiness and no submission; of enjoyment without the expectation of a forever because that concept does not exist, at least in our mortal earthly existence.
We should not incur that every person who makes us feel something wonderful is the ideal relationship or with whom we want to share the rest of what remains of our existence, the future assessment deprives us of the lived present and focuses us on something intangible, non-existent, in desperate enjoyment without truly enjoying it.
Isn't it better, more delightful, to live oneself and others without waiting for tomorrow? I consider this true, and even healthier, since the previous concepts discussed were about possession, limitation, and belonging, and leaving them behind makes us free not only to relate to whoever we choose, but to be responsible and conscious of what we want and with whom. we want to experience true love but it has to add communication, a more than important factor because, although in the monogamous way of acting, vulnerability and trust were utopias that very rarely were achieved, what would not be good to give us the opportunity to be free to be, share, say and feel with whoever we want in the present moment?
About relationships, the author says: "I don't have to ask someone to limit their life in any way to be with me. Why should I do the same?" A relationship (monogamous or polyamorous) that we decide to trust is more important for our individual worth than a relationship, and I think nothing could be more important than allowing ourselves to love with or without another, regardless of our relationships.
The day I learned that I don't know how to love by Aura García-Junco is not available in English