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─❁ ¿Qué tanto dura el por qué? ❁─
Entre los rotos por Alaíde Ventura Medina es la reconstrucción de aquellos sucesos que marcaron el final no sólo de una historia, sino de aquellos que siguen contando la suya sin los seres que se aman a un costado. Se narra, en formato de recuerdos, las vivencias más dolorosas en el crecimiento de la autora al lado de su hermano y cómo aquello recalcó en el destino de ambos. Nos envolvemos en los métodos de crianza, las dolencias profundas de la niñez y la repercusión del miedo, el odio, el rechazo, la tristeza, la ira, la atención y el deseo del amor que se cosecha en nuestros primeros instantes de existencia, pero que ellos pueden arrebatarnos el aliento del mañana.
Inicia sutilmente con el término de la complicidad, sobre aquellos que conocen el juego que hemos experimentado, que conocen por carne propia lo padecido, de secretos compartidos. Secretos que dejan de serlo cuando el reloj se detiene para uno de los partícipes. Alaíde no nos habla con crudeza ni con fuerza narrativa, nos habla desde las emociones, desde lo que más atosiga, desde el por qué que se engulle en la garganta de su infancia y trata de entender el vacío que perpetúa en su corazón. Ella nos revela que al final se queda uno sólo con sus recuerdos y los padecimientos.
"El silencio es un vacío, pero pesa. Es la niebla que cubre el mundo. Empaña la vista. Ahoga. Es un cansancio compartido y transmitible. La falsa calma que precede a la masacre."
(Ventura Medina, Alaíde, 2021, p. 33)
Decir que entiendo sobre ese silencio, a los ojos de algunos, sería brindarme protagonismo del dolor y vivencia ajena. Lo cierto es que no habrán personas que puedan verbalizar ese silencio, que ensordece pero apacigua los incendios, como quien ha vivido en el caos. Y yo no soy excepcional en la regla. Sin embargo, Alaíde lo expresa de la manera más realista posible, nos reitera que preferimos ese agudo y previo silencio al pánico antes que no sentir que controlamos un momento del entorno.
¿Qué tan difícil es la vida de un infante? Nos podemos preguntar interminablemente. Al ser una persona recién expectante de nuestro mundo, su funcionamiento y en constante aprendizaje sobre su entorno particular, este es susceptible de adquirir cualquier forma sólo por repetición. ¿Y dónde queda su individualidad? ¿Dónde queda su voz? Esa no se encuentra sino hasta que se concientiza de lo experimentado, de lo vivido, de lo afectado, de lo dolido que se está, pero mientras ello permanezca oculto, el infante sigue asustado en un mundo que sólo le ha propiciado dolor.
"Tampoco sé en qué momento asumí que era mi responsabilidad pegar lo roto."
(Ventura Medina, Alaíde, 2021, p. 62)
De lo más extraordinario en su trabajo es evidenciarnos los simbolismos que las palabras forman mientras ella crece. La simpleza está en las palabras, el martirio en lo que para ella significan. Todo su entorno se centra en la búsqueda del afecto de su padre y la aceptación de su madre, el cómo su hermano no pudo lidiar con los estruendos violentos de su crecimiento y el aislar de sí misma con todas esas figuras. Lo que me hace cuestionar, ¿Es acaso válido desplazar a quien también requiere ayuda sólo porque no se ve su padecimiento? No. ¿Es justificable la ira, el enojo, el celo y el coraje de ese ignorado? Sí. ¿Acaso el infante tiene la obligación de subsanar su entorno? No. nunca lo tendrá, pero se le pide, bajita la mano, su cooperación y su entendimiento. Se le obliga, sin enterarse, que debe ser igualmente responsable que los adultos.
Me parece de lo más inquietante que en el desarrollo de una nueva vida, se busque ser el pilar emocional de sus progenitores, tener que estar alerta para saber cuál es el siguiente paso a dar y cuidar, sobre todo, el lenguaje. Me parece atroz que juguemos un papel no correspondido por la exigencia del entorno, pero aún más atroz la repercusión de esa imposición cuando se nos categoriza como capaces de actuar. ¿Seremos, acaso, alguna vez capaces de no ser lo que vivimos y/o aprendimos? Lo seremos, sí, pero, ¿A costa de qué?
"Ahora soy yo la que intenta entender."
(Ventura Medina, Alaíde, 2021, p. 164)
Conforme los recuerdos avanzan nos vamos adentrando a la percepción de la autora junto con la necesidad emocional que su mente le determina: Querer la atención de papá. Y no es sólo el envolvimiento del deseo por la ausencia vivida, es el querer sentir que tiene algo que le han arrebatado durante mucho tiempo: El amor de mamá. Ambas dolencias le hacen sentir que necesita, con desespero, a ambos pero ese desespero se manifiesta en lo cambiante de su carácter. La experiencia afectiva de Alaíde también se ve reflejada en la forma en la que percibe a su hermano, quien resintió a mayor escala las dolencias y la violencia.
Es ahí cuando nos damos cuenta qué tanto cansancio, agotamiento, dolor y angustia puede albergar desde la infancia y que el sentido de la vida se puede perder por no considerar (ni haber experimentado antes) una forma diferente de vida. Si siempre hemos estado inmersos en el dolor, ¿qué nos hace creer que podía no haberlo en algún otro momento? Son estos sucesos los que advierten, silenciosamente, el destino que ha dictado sentencia mucho antes de haberlo concientizado. ¿Acaso habrá una purga por los pecados de los progenitores o es que, al fenecer, todo el dolor se curará? En cualquier caso, ¿Podría haberse evitado?
Alaíde no busca generar empatía o consuelo a través de sus lectores, no busca que sintamos pena, lástima o cualquier otra emoción respecto a su experiencia de crianza, no busca que seamos el consuelo por el que veló todos los años que cuestionó el pasado. No busca que seamos más que cómplices en sus vivencias y revelarnos lo mucho que penetran las heridas, que podamos reconocer el ensordecedor sonido del impacto y ver que hay una realidad en más de un lugar que puede no estar escrita.
Ella, en sus inmensas y fuertes palabras, deja la huella para todos aquellos que hemos padecido el dolor para reconocernos, abrazarnos y endulzarnos en la soledad personal al revelarnos que solos no estábamos.
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─❁ How long does the why lasts? ❁─
Among those broken by Alaíde Ventura Medina recounts those events which marked the end of not only a story, but also the story of those who continue to tell theirs without the people they love by their side. In memory format, it describes the author's most painful experiences growing up alongside her brother and how that affected their fate. The ways of upbringing, the deep ills of childhood, the doubts, hatreds, rejections, sorrows, anger, attentions, and desires of love that are cultivated in our first moments of existence can take away our breath tomorrow.
This narrative begins subtly with the concept of complicity, about those who know what we've endured and what we've suffered, of shared secrets. When the clock stops for one participant, secrets cease to exist. Alaíde does not talk harshly or with narrative force; she speaks from emotions, from what irritates her most, from why she swallows her childhood down her throat and tries to understand the emptiness within her. She reveals to us that in the end only one is left with her memories and sufferings.
"Silence is a void, but it weighs. It is the fog that covers the world. It blurs the view. It drowns. It is a shared and transmittable fatigue. The false calm that precedes the massacre." (Ventura Medina, Alaíde, 2021, p. 33)
It would be unfair of me to say that I understand the silence, in the eyes of some. A person who has lived in chaos, however, will always be able to articulate that silence that deafens but calms. I am not an exception to the rule. She explains it in an extremely realistic way, stating that we prefer a sharp, silent moment before panic rather than not feeling as though we have any control at all over our surroundings.
How difficult is the life of a child? We can wonder endlessly. Due to inexperience and constant learning about its particular environment, a child is likely to acquire any form only through repetition. What about their individuality? Where is their voice? It is only when they become aware of what they have experienced, what they have lived, how they have been affected, and how to hurt they have been, that they can stop being scared in a world that has only brought them pain.
"I also don't know when I assumed that it was my responsibility to fix what was broken."
(Ventura Medina, Alaíde, 2021, p. 62)
Her work is remarkable for showing us the word's symbolisms form as she grows. It is in the simplicity of the words that she finds martyrdom. She is surrounded by her father's desire for affection, her mother's acceptance, her brother's inability to cope with the violent noises of growing up, and her isolation from all those figures. That makes me wonder, is it ever right to displace someone who also needs help because their suffering isn't visible? No. Can a person's anger, zeal, and courage be justified? Yes. Is it the child's responsibility to fix their environment? No. It will never be, but they are asked for understanding and cooperation, softly. While they ignore, they are being forced to be as responsible as adults.
My greatest concern is that when a new life is being developed, a child must be the emotional pillar of its parents, to be aware of what is the next step and to take care, above all, language. In spite of the fact that we play an unrequited role due to the demands of the environment, the impact of this imposition is even more appalling when we are considered capable of acting. Is it ever possible for us to become something other than what we live or learn? Yes, we will, but at what cost?
"Now I'm the one trying to understand."
(Ventura Medina, Alaíde, 2021, p. 164)
Alaíde does not seek sympathy or comfort from her readers, but rather, she wants to leave a mark for all those who have suffered. Even though we are unable to recall the deafening sound of the impact, we recognize ourselves, embrace each other, and sweeten ourselves in this personal solitude by revealing to ourselves that we were not alone.
Among those broken by Alaíde Ventura Medina is not available in English